Habitualmente, el nervio óptico se considera el segundo de los doce pares craneales o nervios craneales, doce pares de nervios que comunican el encéfalo con distintas zonas periféricas (cabeza, cuello, tórax y abdomen).
El nervio óptico está formado por los axones de las células ganglionares de la retina. Dentro del ojo, estos axones se unen y forman la porción intraocular del nervio, también llamada papila óptica o disco óptico.
La retina es el tejido sensible a la luz que está situado en la parte interior del ojo, donde se proyectan las imágenes que han entrado en el ojo a través de la córnea, que han pasado por la pupila, y que han atravesado el cristalino. En la retina, a través de las células fotosensibles que la componen (conos -encargados de la visión diurna y del color- y bastones -encargados de la visión nocturna y de la percepción del movimiento periférico) se producen una serie de fenómenos químicos y eléctricos por los que las imágenes se transforman en impulsos nerviosos.
El nervio óptico tiene aproximadamente 1,5 millones de axones (un axón es la prolongación de las neuronas especializadas en conducir el impulso nervioso) y su longitud total es de unos 5 centímetros hasta el quiasma óptico, el punto donde se unen y entrecruzan los nervios procedentes de ambos globos oculares.
Las imágenes formadas en cada una de las retinas se cruzan al lado opuesto del cerebro en el quiasma óptico. Esto permite que las imágenes de cada lado del campo de ambos ojos se transmitan al lado apropiado del cerebro.
El nervio óptico puede dañarse como resultado de diferentes procesos:
Habitualmente, el glaucoma se produce por un problema en el drenaje del humor acuoso en el interior del ojo. Esto provoca un aumento anormal de la presión intraocular (PIO) que acaba provocando daños en el nervio óptico.
El glaucoma es una patología que debe controlarse y estabilizarse cuanto antes. Para ello es necesario que el paciente se realice chequeos periódicos y frecuentes de la presión intraocular, ya que en las primeras fases es una enfermedad que no suele dar síntomas.
El glaucoma se puede tratar mediante:
Los traumatismos oculares pueden estar causados por accidentes laborales, accidentes de tráfico o domésticos, agresiones o contusiones durante la práctica de algún deporte o ejercicio físico...
Se clasifican en:
Estos traumatismos pueden provocar daños en el nervio óptico, además de otras patologías como cataratas, glaucoma o desprendimiento de retina.
Estas enfermedades, que suelen ser consecuencia de una patología sistémica de base y crónica, alteran el normal funcionamiento del sistema nervioso y, concretamente del nervio óptico. Por lo tanto, pueden dañar gravemente la visión.
En función de su origen se clasifican en:
La neuritis óptica es una patología que consiste en la inflamación del nervio óptico secundario y que puede tener un origen desconocido o estar provocada por:
La rama de la medicina que se encarga del estudio de estas patologías se conoce como neuroftalmología.
El principal síntoma de la atrofia o daño en el nervio óptico es la disminución o pérdida total o parcial del campo visual (porción del espacio en el que los objetos son visibles durante la fijación de la mirada en una dirección).
Otros posibles síntomas de patologías que afecta al nervio óptico son:
Estas manifestaciones pueden aparecer de forma rápida o progresiva y pueden afectar a uno o ambos ojos.
El especialista en oftalmología debe valorar diferentes aspectos y realizar distintas pruebas para evaluar el estado del nervio óptico:
Además, se pueden realizar otras pruebas adicionales, como una resonancia magnética nuclear.
El tratamiento del daño en el nervio óptico dependerá de la patología que lo haya ocasionado (glaucoma, neuritis, traumatismos...).
En algunos casos, la pérdida de visión es irreversible, pero es muy importante determinar y tratar la enfermedad que la ha ocasionado. De esta manera impediremos que aumente el deterioro visual e, incluso, que el mismo problema afecte al otro ojo.