En el paciente hipermétrope, la imagen se enfoca detrás de la retina y no directamente sobre ella, a diferencia de lo que ocurre en un paciente emétrope (sin graduación). Este fenómeno se debe:
La hipermetropía puede aparecer sola o combinada con astigmatismo.
Este defecto de la refracción afecta a la mayor parte de los recién nacidos, ya que su sistema visual todavía no está completamente desarrollado (hipermetropía fisiológica), pero durante el periodo de crecimiento tiende a corregirse.
Cuando el problema persiste y no se corrige de forma adecuada, pueden desencadenarse otras alteraciones visuales, como el ojo vago o el estrabismo.
El principal síntoma de la hipermetropía es que el paciente percibe borrosos los objetos cercanos, aunque esta señal puede no aparecer o atenuarse si el paciente es joven y conserva su capacidad de acomodación. En este caso, el cristalino es capaz de adaptarse contrayendo los músculos que lo rodean y, de esta forma, consiguen un aumento involuntario de su espesor y curvatura que permite enfocar la imagen en la retina, y no detrás de ella.
Otros posibles factores indicadores de la hipermetropía pueden ser:
Existen diferentes tipos de hipermetropía que se pueden clasificar:
En el caso de los niños o jóvenes que padecen hipermetropía, y si su graduación no es muy alta, pueden no manifestar esa falta de agudeza visual ya que compensan la hipermetropía mediante la acomodación (el cristalino incrementa su potencia aumentando su espesor y curvatura por la contracción de los músculos que lo rodean).
El continuo esfuerzo de acomodación puede provocar en la persona hipermétrope síntomas como fatiga visual, picor de ojos o dolores de cabeza.
En el caso de los pacientes mayores de 40 años, la hipermetropía puede confundirse con la presbicia o vista cansada, otro defecto refractivo provocado por la pérdida de la capacidad de acomodación del cristalino y que se debe al paso del tiempo.
Para determinar si un paciente presenta hipermetropía se deben realizar los siguientes exámenes diagnósticos:
Existen diferentes tratamientos que permiten corregir la hipermetropía y que el oftalmólogo adapta según las necesidades y preferencias de cada paciente.
En este caso, los cristales utilizados hacen que, cuando el paciente mira de cerca, los rayos de luz se refracten justo sobre la retina y no detrás de esta, corrigiendo así su hipermetropía.
El funcionamiento es similar al de los cristales de las gafas.
Cuando las dioptrías de hipermetropía se han estabilizado, existe la opción de la cirugía refractiva para corregir este defecto visual sin necesidad de usar ningún elemento externo.
Los especialistas emplean diferentes técnicas quirúrgicas para tratar la hipermetropía: cirugía refractiva láser(Lasik o PRK/Lasek) o implantación de una lente intraocular.
Será el oftalmólogo el que, tras valorar los resultados de una serie de pruebas preoperatorias, indique cuál de estos tratamientos quirúrgicos es el más adecuado para cada paciente en función de factores como la anatomía de su ojo, su edad o sus expectativas visuales.
La hipermetropía no se puede prevenir, pero, especialmente en el caso de los niños, es muy importante detectarla precozmente para ser corregida, por eso son especialmente relevantes las revisiones oftalmológicas periódicas y completas (con fondo de ojo). De esta manera, evitaremos que el rendimiento escolar se vea afectado por no poder leer con comodidad o por tener que realizar un esfuerzo sobredimensionado que le produzca al niño fatiga visual, escozor y enrojecimiento de los ojos o dolores de cabeza.
La hipermetropía afecta al 30% de los españoles.
La hipermetropía se presenta hasta en el 70% de los niños recién nacidos. Este problema suele corregirse de forma natural a medida que el niño va creciendo. También puede llegar a desaparecer en la adolescencia si es tratado adecuadamente.
La hipermetropía infantil se detecta de forma fiable cuando el oftalmólogo dilata la pupila del niño. A edades tempranas, el ojo con hipermetropía tiene una gran capacidad de acomodación y logra compensar la mala visión cercana.
La hipermetropía puede aparecer a la vez que se padece astigmatismo y/o vista cansada. Una persona nunca puede tener a la vez hipermetropía y miopía.
Los límites de graduación de este problema refractivo que se pueden corregir con cirugía láser pueden variar en función de las características de cada paciente. Lo habitual es que sean de unas 5 dioptrías, cuando ya hablamos de una hipermetropía severa. Para saber si un paciente es candidato a la cirugía láser, es necesario que acuda a una primera consulta preoperatoria.
La hipermetropía se puede operar a partir de los 18 años y cuando la graduación del paciente lleve estable al menos un año.
Una vez cumplidos estos criterios, debe ser el oftalmólogo el que en una primera consulta en la clínica determine si el paciente es candidato a la cirugía y qué técnica se adapta más a su caso.
Todo dependerá de la técnica que el oftalmólogo seleccione para corregir este problema refractivo:
La hipermetropía suele afectar primero a la visión de los objetos cercanos. A medida que vamos cumpliendo años, es bastante común que también comience a afectar a la visión de los objetos distantes.
La hipermetropía tiene un importante factor hereditario. Es más frecuente en pacientes que tienen padres hipermétropes.
En su aparición también pueden intervenir otros factores adicionales.
Tanto la miopía como la hipermetropía son defectos de refracción del ojo, que se presentan de manera bastante frecuente en la población, aunque la miopía tiene un nivel de incidencia mucho mayor.
La diferencia más notable entre ambos defectos de refracción se encuentra en la forma en la que se perciben los objetos lejanos y cercanos en función del tipo de problema visual que padezcamos:
Hasta el 70% de los niños nacidos sanos presentan hipermetropía. La graduación de los bebés suele ser de unas 4 dioptrías de hipermetropía. A medida que, con el crecimiento, el ojo se va desarrollando y aumenta la edad del niño, estas dioptrías van disminuyendo.
De esta forma, entre los 3 y los 5 años suelen tener una hipermetropía de entre 1,5 y 3 dioptrías, valores que seguirán descendiendo hasta los 6-10 años, cuando la mayoría de los menores alcanza la emetropía (ojo sin defecto refractivo).
Cuando esta graduación no desaparece es cuando se pueden producir problemas. Por esta razón es necesario que los niños acudan al oftalmólogo pediátrico, que analizará la evolución de su visión y detectará cualquier anomalía que pudiera surgir.
Hablamos de hipermetropía latente cuando este problema visual se compensa mediante la acomodación del cristalino, el cual aumenta su espesor y curvatura debido a la contracción del músculo ciliar que lo rodea.
En estos casos, el defecto únicamente se revela si un especialista paraliza la acomodación mediante algún fármaco en el proceso que normalmente conocemos como “dilatación de la pupila”.
Habitualmente, este fenómeno se produce en pacientes muy jóvenes en los que la hipermetropía no se manifiesta, ya que los niños y adultos jóvenes tienen una gran capacidad de acomodación y compensan el defecto visual.